jueves, 24 de abril de 2008

El fuego y la rosa de T.S. Eliot

Hay tres situaciones que a menudo parecen semejantes
pero difieren completamente, florecen en un mismo seto vivo;
apego a uno mismo y a cosas y a personas, desapego
de uno mismo y de cosas y personas; y, creciendo en
tre ambas, indiferencia
que se parece a las otras como la muerte a la
vida,
estando entre dos vidas  –sin florecer, entre
la ortiga viva y la muerta. Esta es la utilidad de la me
moria:
para la liberación más allá del deseo, y así liberación
respecto al futuro igual que al pasado. 

El pecado es lo oportuno, pero
todo irá bien, y
toda clase de cosas irán bien.

No cesaremos de explorar
y el fin de toda nuestra exploración
será llegar adonde arrancamos
y conocer el lugar por primera vez.
A través de la puerta desconocida, recordada
cuando lo último de la tierra por descubrir
sea lo que era al comienzo;
en la fuente del río más largo
la voz de la cascada escondida
y los niños en el manzano
no conocida, porque no buscada
pero oída, medio oída, en el silencio
entre dos olas del mar.
Deprisa, ahora, aquí, ahora, siempre–
una situación de completa sencillez
(costando no menos que todo)
y todo irá bien y toda
clase de cosas irán bien
cuando las lenguas de llamas estén plegadas hacia dentro
en el coronado nudo de fuego
y el fuego y la rosa sean uno.

(Trad. José María Valverde)

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