martes, 25 de marzo de 2008

Sin destino de Imre Kertész

He visto que en el videoclub ha aparecido ya la película Sin destino de Lajos Koltai. Es una adaptación de la novela del mismo nombre del Premio Nobel húngaro Imre Kertész. En ambas historias se cuenta el paso de un niño de catorce años por los campos de concentración de Auschwitz y Büchenbald. Nunca he leído una novela (o testimonio) sobre esos hechos que me haya impresionado tan hondamente. Cuando Paula y yo vimos la película, prácticamente solos en un minicine cercano a la estación de Chamartín en Madrid, nos pasamos todo el tiempo cogidos de la mano y conteniendo las lágrimas. En este caso, las dos, la novela y la película son extraordinarias, cada una a su manera. Kertesz ha insistido siempre en que se trata propiamente de una novela pero no ha negado que en ella se cuente con pelos y señales lo esencial de su experiencia en el Läger.
La novela empieza con la despedida del protagonista (György) de su padre. Ha sido obligado a la deportación por el gobierno colaboracionista de los nazis. Su crimen: ser judío. Imaginaros: hoy, hijo, no vayas a la escuela, ven al almacen de maderas. Debo irme por un tiempo y debo dejar arreglados el mayor número de asuntos. Te necesito.
Es el primer gran golpe de la vida de György. Uno, tan enorme, que quizás nada será igual después. El autor ha dedicado un libro entero a la paternidad en este mundo. A la de su padre y a la que él nunca fue capaz de vivir. Se llama el Kaddish por el hijo no nacido y es una larga meditación sobre su destino de víctima en la Shoah.
Después él mismo es deportado. Empieza una vida nueva. Sobrevive milagrosamente cuando se encuentra al borde mismo de la muerte. Llega a ser apilado en las montañas de cadáveres que después pintó el esloveno Zoran Music. Alguien se percata de que respira y es extraído de la muerte. Casi una resurreción.
El final es impresionante. Vuelve a casa por instinto. Como los perros, dice. Y entonces pronuncia interiormente un epílogo que está entre las oraciones más bellas que yo haya leído jamás. Acaba hablando de la felicidad que tuvo por momentos en los campos de concentración: "Incluso allá había habido, al lado de las chimeneas, entre las torturas, en los intervalos de las torturas, algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por las calamidades, por los horrores, cuando para mí esa era la experiencia que más recordaba".
Tuve ocasión hace unos meses de cenar con Imre Kertesz en Barcelona. Además de su mujer, estábamos tres amigos. Enseguida nos dimos cuenta de que nos hallábamos ante un alma grande.




1 comentario:

molinos dijo...

estoy releyendo el blog. Yo leí "Sin destino" en un viaje a Berlín hace dos años y lo recuerdo con mucha impresión.
Que suerte haber cenado con él.