sábado, 14 de enero de 2012

El gran Singer


Novelista, autobiógrafo esencial, Isaac Bashevis Singer (Leoncin, Polonia, 1904-Miami, EEUU, 1991) fue ante todo un memorable narrador de historias o de fábulas, alguien al márgen de cualquier clasificación histórico-literaria, una especie de productor puro del más genuino arte narrativo de raíz judaica. Este volumen, que reúne la selección de sus cuentos que Singer realizara de su obra narrativa breve, seguramente el género en el que el autor destacó por encima de todo, es extraordinario al menos por tres razones. La primera ya apuntada sería el hecho de que mediante esta selección se puede navegar y hasta naufragar por una experiencia narrativa única, a la vez individual y colectiva, la historia de un pueblo (el judío, en la rama ashkenazí) en un espacio (el conjunto de los asentamientos hebreos en la Europa central y oriental), en un movimiento (el imparable desplazamiento hacia el Oeste, el que narrara magistralmente Claudio Magris en Lontano da dove, su obra sobre Roth y Singer, hacia esa tierra de libertad y promisión que fue para varias generaciones América). El segundo motivo, quizás el esencial, no es otro que la calidad de esta materia narrativa. La profundidad, a la vez humorística, de las historia, su sentido inmortal apuntado ya en la primera de ellas (Guimpl el ingenuo, un pórtico deslumbrante al mundo y al talento narrativo del propio Singer, una de las cuatro o cinco mejores historias que se hayan creado en el siglo XX, un desternillante y melancólico tratado de la mejor teología nunca escrita). Sumen a esta joya otras no menos perfectas como El Spinoza de la calle del mercado, La destrucción de Kreshev, Yentl, Un amigo de Kafka Amor tardío, el Reencuentro, y así hasta cuarenta cinco más. Y el tercero, algo específico de este volumen en español es la traducción realizada con mano maestra por Rhoda Enelde y Jacobo Abecasis. ¿Qué tiene de especial? El hecho de que, a pesar de que en los créditos se señala que se reproduce la edición inglesa de 1881, me consta que sin pasar ésta por alto (cosa importante en el caso de la obra de Singer) los traductores no sólo conocen y dominan el yiddish en el que las historias fueron originalmente escritas, y por supuesto el castellano en el que las vierten en una lengua limpia, plástica, directa, sino que mantienen una empatía radical con ese mundo del shétlaj hebraico, la pequeña aldea y microcosmos humano en el que, mirando a la eternidad, se desarrolló la vida judía europea a lo largo de cientos de años.

2 comentarios:

Pedro Betancur dijo...

Cual es el titulo del libro y la editorial?

Saludos

Mil Gracias

Adelarica dijo...

Cuentos, RBA

Sorry!!!