miércoles, 9 de mayo de 2012

Notas para un diario 235


El divino azar ha dispuesto que haya tenido que revisar a la vez y en el día de mi cumpleaños las pruebas de dos libros que saldrán próximamente. Por motivos distintos, los dos me llegan muy dentro y, mientras los leía a la búsqueda de erratas, faltas de concordancia verbal y demás, no podía evitar sumirme en una atmósfera de melancolía y ensueño (nefasta para la tarea que tenía entre manos) y al mismo tiempo de dolor. En esas horas de concentración me parecía estar leyendo mi vida, no en el plano anecdótico (eso es lo de menos para alguien como yo) sino in my inner most. He sentido miedo. Me pregunto qué pensarán los lectores, no de mí, me preocupa bien poco, sino de los mundos en los que habito. Escribir un libro, cuando de verdad te importa, y hasta traducir uno, si es de los que te ha marcado para siempre, significa desnudarse de un modo mucho más radical que el desnudo físico. Kafka el naturista lo sabía como nadie. Y Borges cuando dijo aquello de que no hay nada más casto que la pornografía.

1 comentario:

Anita Noire dijo...

Es curioso el efecto que algunos libros tiene en nosotros. Estos días, de cierta debacle, leía a Saul Bellow y, si bien la novela en su conjunto no dejaba más que una ligera pátina de melancolía mientras la leía, algunos pasajes me ha costado tragarlos tanto como un tapón de corcho crucificado por cientos de alfileres.