miércoles, 16 de mayo de 2012
Carlos Fuentes (1928-2012)
Anoche la pasé leyendo a Carlos Fuentes. No escogí sus novelas cortas o largas, ni sus cuentos, tampoco sus ensayos en los que tanto he aprendido (no he leído nada mejor sobre el Quijote que su Cervantes o la crítica de la lectura, del que no me separo nunca). Fuentes tenía un instinto literario innato que pulió con fiereza durante siete largas décadas de un trabajo constante e ilusionado. Era otro de esos escritores "formados", que son los que más admiro (quitando al puñado de talentos sobrenaturales que cada generación escupe con mesura, a pesar de lo cual ninguna época ha conseguido nunca digerirlos) porque suelen ser grandes maestros en el arte de la lectura que los ha conformado y porque a fin de cuentas acaban siendo los que menos tonterías pronuncian por término medio. La lista es larga y evidente y cualquier lector de este blog sabe perfectamente a que autores me refiero. No, por tanto, no leí al Fuentes más conocido, del que él mismo se sirvió para construirse una imagen de intelectual tan brillante como poderoso, de crítico político afilado y demoledor, de hombre que sabía estar un día con los teólogos de la liberación y al otro fumando un puro en la Casa Blanca, de polemista, de autor cosmoplita, de peregrino en hotel de cinco estrellas, Fuentes el deslumbrante promotor de sí mismo. No me interesaba esa dura máscara de Carlos Fuentes, entre otras cosas porque era falsa, como bien sabían los amigos que le trataban de cerca y que habían experimentado sus más auténticas virtudes entre las que, por lo que me cuentan, destacaba su generosidad con los demás (especialmente con los jóvenes escritores), su valentía, su deseo de autenticidad (en el bien entendido de que desde luego era, a Dios gracias, una personalidad sumamente compleja). Opté a sabiendas por dar vida en mi lectura nocturna al Fuentes íntimo, al más personal y directo, al que escribió un bellísimo libro que se titula, como aquellos testimonios que tanto gustaron a una generación de novelistas franceses, En esto creo (Seix Barral, 2002). El libro se lo dedica a su hijo Carlos Fuentes Lemus, fallecido trágicamente en 1999. Animo al lector a leer la voz Hijos en este alfabeto literario y sobre todo vital, o la voz Muerte, en la que resuena de nuevo la muerte de sus seres más queridos y podrá comprobar, tal vez con lágrimas en los ojos, la capacidad de ternura, de profundidad, de humanidad que Carlos Fuentes era capaz de desplegar. En un momento dado escribe que desconoce si Cristo había venido a resucitar a los muertos pero que en cambio creía con toda la fuerza de una fe que el Hijo de Dios había venido a resucitar a los vivos (cf. p. 153). No creo que Jesús le desmintiera en esa convicción que aúna más de un concepto considerado por muchos irreconciliable. La felicidad aquí, la felicidad ahora, aún en medio de los más terribles sufrimientos físicos o morales, antesala y cifra (metáfora le gustaba decir a él) de cualquier forma de trascendencia. Fuentes, que creía también en la palabra, para la que trabajó, a la que servía con una diligencia absoluta, escribió esta frase genial que hubiera entusiasmado a Joyce: "Después de todo, hay treinta fantasmas detrás de cada individuo". La palabra para exorcizar el mal, para recordar a los que tenemos por detrás mirando por encima de nuestro hombro, invisibles pero presentes, la palabra para dar nueva vida a lo que ya no está de la manera en la que antes sí estaba. Ésa era para Fuentes la tarea primaria del escritor. E incluso del hombre, antes que nada. Sólo desde esa conciencia verbal agudizada podía una obra literaria alcanzar la densidad necesaria para convertirse en una tarea que apuntara a la verdad y a la belleza.
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5 comentarios:
Chapeau!
Y si me permite, le voy a imitar y volver al "En esto creo".
Saludos.
Precioso artículo, Alvaro. Gloriosa tu forma de escribir.
gracias por la exageración, queridos amigos
Gracias por su entrada, que me ha acercado un poco más a la persona de Carlos Fuentes.
Desgraciadamente a día de hoy aún no he leído nada del Sr. Fuentes, tomo nota de "Cervantes o la crítica de la lectura" y de "En esto creo": ¿alguna obra más que considere de imprescindible lectura?
Muchas gracias y que descanse en Paz; ojalá puedan encontrarse padre e hijo.
Saludos,
Juan Pablo L. Torrillas
Me pregunto si el hecho que sus padres hayan sido diplomáticos haya incidido en su vocación ... diplomacia y literatura muchas veces van unidas
Saludos desde este humilde y lejano rincón
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