lunes, 11 de mayo de 2009

Querida Natalia

Me encanta esta foto de Natalia Ginzburg, née Natalia Levi: la tomó Salvatore Piermarini en Roma en 1987, cuatro años antes de la muerte de la escritora judeoitaliana. La prefiero a otras más estudiadas. Esa mirada, el gesto de la boca y la posición un tanto arqueada del cuerpo, revelan a un tiempo la capacidad asombrosa de affrontare que tenía, y muestran a una persona que era capaz de ver (no digo sólo mirar). Siempre he pensado que cuando una mujer está en posesión de su feminidad, a cualquier edad (esto se puede ver en las fotos buenas, y no sabría decir porqué), contiene todas las fases y dimensiones de la condición femenina: así, una mujer de setenta y un años, como lo es la Ginzburg ahí, aparece potencialmente como madre, como niña, como amiga, como hermana, como amante (para mí mantiene todo su atractivo a la vez fuerte, tierno, sensual), y hasta como abuela. No se trata sólo de aquello de que el que tuvo, retuvo; hay algo más profundo que hace que una mujer sea, siempre, todas las mujeres que ha sido y que será. Algunas fotos captan esta realidad, y ésta es una de ellas. Conocí la obra de Natalia Ginzburg por un artículo magistral de Cármen Martín Gaite, publicado en la tercera de ABC (quien te ha visto y quien te ve, periódico de mi infancia). La novelista de Salamanca había traducido con pasión (y lo que es más importante, con acierto) la novela Caro Michele. Corrí a comprarla y creo que a día de hoy sigue siendo, tout court, mi novela favorita. Después he leído toda la obra de la italiana (incluido el teatro), pero nunca con la inspiración y el don literalmente arrebatador con el que leí, en el parque de la Media Luna de Pamplona, mientras mi hijo dormía en su cochecito azul, las cartas de la madre de Miguel. Me ha gustado todo lo de la Ginzburg, sin excepción, desde su primera novela extraordinaria, La strada che va in città. Pero lo que más me ha interesado (dejo aparte aquella primera novela que leí, que está en otro estadio para mí, el de las verdaderas revelaciones, el de lo místico e íntimo, el de nuestra educación sentimental y nuestra formatio) han sido sus ensayos. Políticos, literarios, autobiográficos. El mejor ensayismo (lo que es mucho decir) del siglo. Lumen ha publicado, en un sólo volumen, y con el título general de Ensayos, dos libros importantes: Nunca me preguntes y No podemos saberlo. Dos frases de las que Natalia Ginzburg hizo buen uso a lo largo de su vida. 

8 comentarios:

Belnu dijo...

Me alegra este homenaje a una de mis favoritas (una de mis Olvidadas), aunque no precisamente por Caro Michele, y sí por La strada che va in città, Tutti i nostri ieri, y sí, sí Mai devi domandarmi y Serena Cruz o la vera giustizia, o È difficile parlare di se... en fin, es una de mis pasiones.
En cambio, disiento de esa idea tuya de que cada mujer es todas las mujeres...

Adelarica dijo...

No, así formulado, yo también disiento: lo que digo es que cada mujer es de algún modo, en cada momento de su vida, todas las mujeres que ha sido y que será; y que eso lo recogen algunas fotos logradas.

Adelarica dijo...

hay mucha gente que no comparte mi entusiasmo por Caro Michele; por eso estoy cada vez más convencido de que esa lectura mía fue algo así como un don con el que vi algo que quizás ni siquiera esté en el texto

María dijo...

A mí me encantó

Lauren Mendinueta dijo...

Amo esa novela, tal vez comparto contigo ese don

José Ignacio dijo...

No sé si se puede hablar de casualidades, pero ayer un amigo mío escritor de el que en alguna ocasión te he hablado (mi consejero literario y musical, a él, en origen, le debes conocer a Hinson) me habló de este libro de ensayos de su autora favorita. Tal es su pasión que ha sido su traductor al euskera.
Me temo que me teneis rodeado, así que aprovecharé que mañana voy a Barcelona para pasarme por La Central y hacerme con dichos ensayos.

Adelarica dijo...

querida Lauren, me alegra mucho saberlo; muchas veces he pensado que tenía que escribir qué es lo que me gustó tanto, pero es que no lo sé en realidad

Adelarica dijo...

José Ignacio, como me gustaría conocer el vasco como para leer la traducción de tu amigo!