miércoles, 30 de junio de 2010

Vida



La vida es un banquete. Los hay que mueren atascados de pronto y caen bajo la mesa; otros tiñen de rojo el mantel con sangre y manchas abundantes, pero sólo de vino, ninguna lágrima; otro están aturdidos por las luces, el ruido, les repugna el aroma de los platos, están molestos por el barullo, agachan la cabeza y se echan a llorar. ¡Dichosos los sabios que comen lentamente, apartando a los comensales ávidos y a los criados descarados que les importunan, y que pueden, el último día, en el postre, cuando unos duermen, otros están ebrios desde el primer plato y muchos de ellos se han ido, enfermos, beber por fin los vinos más exquisitos, saborear los frutos más maduros, gozar lentamente de los últimos placeres de la orgía, vaciar el resto de un gran golpe, apagar los candelabros y morir!


Gustave Flaubert, Les Funérailles du docteur Mathurin.
Virgilio Guidi, Punta della Dogana (1944)

lunes, 28 de junio de 2010

Notas para un diario 162

Esta mañana, nada más levantarme, después de abrir los ojos y rezar, he escuchado varias veces a mi adorado Battiato, y su interpretación magistral de la Canzone dell´amore perduto de Fabrizio de André; es como desayunar dos tazas de melancolía: creo que este acto reflejo se ha debido a que mis tres hijos mayores están dando tumbos por Europa. Por una parte, me alegra que descubran un mundo, a la edad en que yo lo hice, pero, por otra, lo llevo mal, siempre he llevado mal el hecho de que el tiempo pase, de que los niños crezcan, de que la vida siga su curso imparable y de que yo me quede solo. Pensaba que la vida es como un cigarillo, que se enciende con un fuego que le viene de fuera, se consume con un destello más o menos brillante, fugaz siempre, casi instantáneo, y acaba en puras cenizas que se dispersan con la primera brisa de la tarde. Como dice Florence Delay, en el vídeo que os pasé el otro día, en el que habla de Mes cendriers, lo curioso de la religión cristiana es que, en su timing, primero vienen las cenizas (la muerte) y después el fuego (la resurrección). Nadie me negará que para creer eso se necesita una fe del tamaño de un grano de mostaza. ¿La tengo yo? ¿La encontrará el Cristo cuando vuelva sobre la tierra? Y en todo caso, ¿a quién le importan ya esos cuentosdevieja? A mí, por ejemplo.

Estoy a gusto sola en la oscuridad. Estoy a gusto en la habitación oscura, me basta la poca luz de la calle, y el cigarrillo, la chispita de vida. Qué bien vio esa dimensión del cigarro y del fumar la Kaschnitz, como lo vio Florence. Fumar un cigarillo es como tener, mientras dura, la vida entera entre las manos, y poder contemplarla a placer.

Te estoy oyendo…, "¿chispita de vida?", sí, pero fumar mata. Joder, y escalar montañas, y bucear, y volar, y los toros, y amar, y la poesía (mata de hambre) y las motos. Vivir mata. Ya lo sé, además, justamente, se trata de eso, se trata de las cenizas, de acostumbrarse a vivir entre las cenizas. Ashes in the mouth. Life is just ashes in the mouth. Todo esto me recuerda que quería recomendarte un clásico de la interpretación literaria. Yo soy muy malo recomendando libros. Pero, ¿no te dedicas a eso? En absoluto. Cada vez que alguien me pide un libro (algo que me distraiga…), se me corta la digestión. A ti no me importa recomendarte un libro, porque formas parte de mí, la mejor parte además. Me refiero al Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim. Lee lo que escribe sobre la Cenicienta, sobre Hansel y Gretel, o sobre Caperucita Roja, y te verás reflejada ahí como en un espejo roto. Ahora me doy cuenta del sentido que están teniendo las últimas entradas de este blog. Eres tú. Tu vida, vista como un cigarrillo que se consume.

Todo esto es un poco rebuscado y autorreferencial y oscuro, ¿no? Pues depende como se mire: yo lo veo más bien como una escala dei, como la de esta foto, una escalera amplia y bien iluminada, con libros apilados en los descansillos. Yo, lo que sí diría es que me encuentro en un ejercicio permanente de narcisismo. Qué mal se ha entendido este término por regla general. No hay nada peor que un lugar común lingüístico. Intento enseñarlo cada año a los alumnos pero, en la mayoría de los casos, es perfectamente inútil el esfuerzo. Ir a los diccionarios, les digo. Yo lo he hecho esta mañana. He buscado en media docena de volúmenes de antropología, de alquimia, de teología e historia de las religiones, la voz ceniza. He encontrado algunas perlas. Ya te lo contaré. Pero, lo que de verdad me ha impresionado, en el Cirlot, es como se aproxima el poeta al mito de Narciso. Te lo recopio entero: "Joachim Gasquet concibe el mito de Narciso no como una manifestación primordial del plano sexual, sino del plano cósmico, y dice que el mundo es un inmenso Narciso en el acto de pensarse a sí mismo, por lo que Narciso es símbolo de esa actitud autocontemplativa, introvertida y absoluta". Genial. El mundo entero como un cigarillo que se consume despacio a la vista de alguien.

martes, 22 de junio de 2010

Dos veces rostro (un cuento chino)

Había una vez un rey muy poderoso que gobernaba el lejano imperio de Ting Lai. El soberano tenía una única hija y cuando llegó el momento de escoger un marido, organizaron un desfile para todos los hombres importantes del reino. A pesar de que acudieron los pretendientes más notables, el rey no encontraba ningún hombre que más allá de honores, hazañas, poder y riquezas, pudiera hacer feliz a su queridísima princesa. Intuitivamente, buscaba las señales invisibles del rostro de un hombre sabio y honesto, dotado de la comprensión que hace humilde y grande, de un hombre que hubiera superado los antagonismos del mundo y hubiera desentrañado su esencia. Un día apareció en la corte un extranjero vestido con una túnica muy pobre, y el rey le entregó a su hija. La vida de los príncipes fue totalmente feliz. El rey contemplaba con satisfacción el acierto de su elección e iba envejeciendo. Pero un día, el marido de la princesa murió repentinamente, y cuando lo desnudaron para amortajarlo se dieron cuenta de que ese rostro, que había convencido al rey en su elección, no era más que una máscara. Una máscara que llevaba atada al cogote con hilos muy finos. La princesa, al enterarse de este hecho, le pidió a su padre que, antes de enterrarle, le dejara contemplar a solas el verdadero rostro de aquel con quien había compartido la mejor parte de su vida. "Creo que tengo derecho a hacerlo". El rey accedió, y él mismo se dispuso a levantar todo aquello que los separaba de su verdadera faz. Al hacerlo, vio con asombro que, debajo de la máscara, se escondía una fisonomía idéntica a la que le habían arrancado.

lunes, 21 de junio de 2010

Un sueño y varias iluminaciones

Me cuentas un sueño que te torturaba de pequeña (¿ahora ya no lo hace?): tú y tu hermana sois paseadas en una jaula a la vista de todos; a la vista, y al olor, de un lobo que os persigue y que desoye a quienes le dicen que en realidad no estáis por la zona. "Aquí huele a alemana", oyes con espanto que insiste el lobo, "aquí huele a niña alemana, lo sé, y no pararé hasta encontrarlas y comérmelas a las dos"… Esas son, supongo, las delicias del desarraigo y la expatriación, siempre preferibles al anquilosamiento y a cualquiera forma de nacionalismo autosatisfecho. Cuando me lo contabas, además de recordar a la pantera de Rilke (Sus ojos tan cansados del desfile/de los barrotes, que ya nada retienen./Le parece que hubiera mil barrotes/y tras los mil barrotes ya no hubiera mundo), me acordaba, como no, del pequeño Hansel en su jaula. Te habrían contado mil veces el cuento. Como el del flautista de Hamelin, que me cantaste. Fue oír las primeras palabras, y caer en la cuenta de que era la base sobre la que Kafka había escrito Josefina la cantante o el pueblo de los ratones. Por cierto, hablando de la reversibilidad de las cosas, como la de las rejas que pasan delante de los ojos de la pantera, fíjate lo que escribe Kafka, en su último cuento, acerca del arte: "Cascar una nuez no es realmente un arte, y en consecuencia nadie se atrevería a congregar a un auditorio para entretenerle cascando nueces. Pero si lo hace y logra su propósito, entonces ya no se trata meramente de cascar nueces. O tal vez se trate meramente de cascar nueces, pero entonces descubrimos que nos hemos despreocupado totalmente de dicho arte porque lo dominábamos demasiado, y este nuevo cascador de nueces nos muestra por primera vez la esencia real del arte, al punto que podría convenirle, para un mayor efecto, ser poco menos hábil en cascar nueces que la mayoría de nosotros". Puro Duchamp avant la lettre. Y sin darse la menor importancia. ¡Qué clase tenía el moribundo Franz! Bueno, a lo que voy: que no nos cansaremos de estudiar las estructuras antropológicas de lo imaginario, o sea, los cuentos y las leyendas populares. Ahí está todo, empezando por nuestros sueños.

sábado, 19 de junio de 2010

Milord (Edith Piaf)

Mon Dieu! qu'elle était belle
J'en ai froid dans le cœur...


viernes, 18 de junio de 2010

Kafkiana

Si alguien introdujera en el buscador de HH la palabra Kafka, le salen varias docenas de páginas llenas de entradas con alguna referencia kafkiana. Bocca parla dalla pienezza del cuore. Ahora quiero recoger aquellas más específicas aún bajo la etiqueta de Kafkiana, aunque para ello deba ir incluyéndolas una a una; lo he de hacer poco a poco.
Todo esto surge del hecho de que, en la últimas semanas, se me han ido acumulando algunos inputs kafkianos que quiero, brevemente, consignar aquí.
En primer lugar, cómo no, quería poner al lado la imagen tomada con mi BB de la máquina de la colonia penitenciaria que uno se encuentra a la salida de la exposición Crimen y Castigo de París. Jean Clair, que ya trabajó con él en el proyecto sobre las máquinas célibes, ha querido concluir la muestra con la máquina que los talleres Lucifer de Berna construyeron, según el croquis de Harald Szeeman. En ella se colocaba al preso, inscribiendo sobre su carne la literalidad del precepto de la ley que hubiere infringido. Así hasta la muerte por desangramiento. La letra con sangre entra, ¿no? Impresionante, como lo es el hecho de que, al inicio del show, junto a la única guillotina que queda (me dijo Jean que había sido de todas las pieza la más difícil de conseguir), se haya colocado un cuadro con ese beaux garçón de cuyo nombre no quiero acordarme.
Por cierto, otra de las cosas que aprendí esa mañana, y que me sorprendió, es que Rodin había ilustrado un ejemplar del Jardin de los Suplicios de Mirbeau. Situado en una vitrina, no pude ver más que las tapas. Lo que hubiera dado por poder feuilleter esas páginas y acceder directamente a las imágenes.
Además, tres breves referencias librescas. Paidós ha publicado un volumen con inéditos de André Gorz. En el se incluye uno de los textos más importantes sobre Kafka que jamás se hayan escrito: Kafka y el problema de la trascendencia. Un must. Errata Naturae, con su buen y único ojo, ha dado a la luz negra, un pequeño volumen con los Sueños de Kafka. Kafka es un mundo, al que se puede entrar por el régimen nocturno. Lo malo es siempre lo que te espera al despertar. Por último, ha aparecido, en el sello Acantilado, un volumen con los escritos de Kurt Wolff, editor de Kafka. Dedica unas páginas al autor y a su curiosa relación mutua, pero lo más interesante a este respecto es que al final se reproduce la correspondencia con Wolff (y con su socio Ernst Rowohlt).
P.S. No me gusta autocitarme, ni nada que se le parezca, pero me han hecho una nueva reseña de Kafka y El Holocausto, y sería una injusticia no dejar constancia aquí de un texto que ha sabido, como pocos, recoger la esencia de mi trabajo. Además, por lo que he podido ver, se trata de un blog que se puede calificar de kafkiano, en más de un sentido.

jueves, 17 de junio de 2010

Louise Bourgeois (1911-2010)

-Dime, por favor, ¿cómo son unos ojos bonitos? ¿Es la mirada? A mi los ojos nunca me han parecido bonitos (Franz Kafka)

En mi escultura, lo que trato de buscar no es una imagen ni tampoco una idea.
Mi objetivo es re-vivir una emoción pasada. Mi arte es un exorcismo, y la belleza es algo de lo que nunca hablo.
Mi escultura me permite re-experimentar el miedo, concederle una entidad física, de tal modo que soy capaz de eliminarlo. En mi escultura actual digo lo que no pude hacer en el pasado. Me permite re-experimentar el pasado, ver el pasado en sus proporciones objetivas y realistas.
El miedo es un estado pasivo, y el propósito es permanecer activo y tomar el control, estar vivo aquí y ahora. El movimiento va desde lo pasivo hasta lo activo, ya que si el presente no anula el pasado, no es posible que podamos vivir.
Puesto que los miedos del pasado se conectan con las funciones del cuerpo, éstos re-aparecen a través del mismo cuerpo. Para mí la escultura es el cuerpo. Mi cuerpo es mi escultura (Louise Bourgoise)

El imitador ha de procurar ser parecido, no igual, y el parecido ha de ser no como el que hay entre el original y la copia, que cuanto más se le asemeje más es de alabar, sino como el que hay entre padre e hijo. Entre ellos, aunque exista mucha diversidad en el aspecto, hay siempre cierta sombra, lo que nuestros pintores llamaban "aire", que se revela sobre todo en el rostro y en los ojos, que es como una semejanza que nos hace, así que vemos al hijo, recordemos al padre, aunque si después procedemos a un examen detallado se nos muestre diverso; pero hay algo entre ellos oculto que produce tal efecto (Francesco Petrarca)

Título de la escultura: Cell: Eyes & Mirrors (1989-1993)

martes, 15 de junio de 2010

Nothing Else Matters (Metallica)

That Lucky Old Sun (Ólöf Arnalds)

Avigdor Arikha (1929-2010)




La pintura de Arikha, sea el interior de una biblioteca, sea la vista desde una ventana, nos hace sumergirnos inmediatamente en el seno de lo visible, según ese entramado vivo y cálido que vemos al instante cuando entramos en un cuarto. La superficie de la tela se organiza de acuerdo a las leyes propias de la pintura, pero jamás rehusa la obediencia a la realidad visible.

Jean Clair, en Autoportrait au visage absente.

domingo, 13 de junio de 2010

Perpetuum mobile

El curso avanza hacia su final. El cansancio se apodera de nuestros mejores propósitos. Apenas nos restan fuerzas, y las pocas que nos quedan se agostan con facilidad ante la insensibilidad o el cansancio ajenos. Es un momento para el cultivo de la paciencia, de la tolerancia, de la distancia y la suspensión. Un tiempo para ir frenando, para ir apagando motores, para contemplar las cosas realizadas y no añorar todas las que se han quedado en ciernes. No resulta fácil parar la inercia de lo comenzado, y menos aún somos capaces de reiniciar nada nuevo. La melancolía y el desencuentro con los que más queremos (aquellos que nos pueden hacer más daño) nos acechan, si no sabemos relativizar un poco las cosas, atender a todo como si no pasara nada. En mi caso, esa expectativa de parar las máquinas no está reñida, ni mucho menos, con descubrimientos deslumbrantes, en el plano personal y en el intelectual. Algunos prefiero callármelos (os recuerdo que no hablo de nada realmente personal en estas notas condenatorias), pero no tengo inconveniente en compartir una parte de aquello que me ha interesado. Es el caso de la obra de una fotógrafa madrileña, de origen hispano-alemán, y de nombre Monika Horstmann. Traigo aquí una de sus fotos. Podéis picar sobre ella y contemplar su elaboración a la vez sutil y descarnada. Una niña (¿Caperucita?) se detiene en un claro del bosque. La línea de fuga corre primero de izquierda a derecha y después sigue la hilera de los árboles hasta el fondo de la imagen. De ese modo, la artista dirige nuestra mirada con decisión, obligándonos a hacer un recorrido completo del plano. A un lado, lejos de su alcance, ha dejado una capa roja y su cesta. ¿Qué contendrá esa caja de Pandora? ¿Por qué mantiene un tul? Viste de blanco adamascado, blanco como sus dientes y las mediaslunas de las uñas de sus dedos de hada. Me fascina la ligera inclinación de sus hombros, el gesto de delicada belleza que dibujan los huesos al sobresalir. Es una forma ligeramente descendente. "Ellas se están transformando aunque apenas lo intuyen". Así define Monika el alma de esa foto cautivadora. Más allá de las referencias formales evidentes (de Lewis Caroll a Puvis de Chavanne), a mí me interesa la pregunta a la que su trabajo apunta: ¿Quiénes somos? ¿Quién está en nosotros, nos habita, en el preciso instante de la detención? La pregunta por la continuidad/discontinuidad del yo me ha obsesionado desde siempre (durante años procuré estudiarlo, a partir de los principales textos de la literatura autobiográfica, sin llegar a ninguna conclusión válida). Las transformaciones del yo, a las que Manuel Cruz dedicó un artículo ("Te querré siempre") el otro día en El País. Habla allí del papel que juegan, en la evolución y en las rupturas del yo, los demás, en particular, aquellos a los que hemos amado. Habla de los enamoramientos sucesivos, de la posibilidad de autorreconocerse a través de las mudas del corazón. ¿Dónde está aquel que amó "infinitamente" a tal o cual persona? Aquel que juró "amor eterno" a alguien, cuyo recuerdo ahora nos altera y hasta nos disgusta y desdibuja. La foto de Monika recoge también esa realidad/irreal: los cambios fundamentales, todo aquello que aparece larvado en la imagen de una niña/mujer, tienen que ver con el amor, con su inocencia y con la pasión que un día despertará. Crecemos y nos transformamos amando, pero esa fuerza al mismo tiempo que nos inflama nos deshace. Así vamos dejándonos la piel, en un sentido más literal de lo que cabría imaginar. Quizás sea esta la idea rectora de un clásico/moderno que he leído estos días y que os recomiendo vivamente: Indigno de ser humano, de Osamu Dazai. ¡Extraordinario! Es el autorretrato de alguien conformado a golpes de amor. Alguien que, por medio de lo más humano, acaba en al borde de la inhumanidad. Me emocionó leer, al comienzo de este relato magistral, un párrafo profético; me pareció una meditación sobre la foto de Monika: "Cuando era pequeño solía jugar sólo con niñas, pero no creo exagerar si digo que me relacionaba con ellas con la cautela de quien anda sobre una fina capa de hielo. No podía entenderlas. Andaba totalmente a oscuras en lo que a ellas se refería y, a veces, como si pisara la cola de un tigre, terminaba con penosas heridas. Al contrario de lo que sucede con las causadas por el látigo de un hombre, esas heridas eran profundas y dolorosas, como si de una hemorragia interna se tratase, y resultaban difíciles de curar". ¡Una pasada de escritor y de fotógrafa!

miércoles, 9 de junio de 2010

El desenfreno y la muerte




Todo desenfreno juega con la muerte. Lavarte las manos es un ritual para protegerse contra ella, como lo son las acciones correctas que haces a diario. ¿No hay personas que no hacen más que eso? Pagan sus facturas puntualmente y van al médico una vez al año. Creen y sienten como es debido. Son buenas personas. Yo quería hacer tareas rutinarias y aburridas todo el día. Quería ser como esas buenas personas sólo para olvidarme de la muerte, sólo para sentir que sigo vivo.

(De Diario de Leonard Michaels, en Los cuentos, Lumen, 2010)

martes, 8 de junio de 2010

lunes, 7 de junio de 2010

viernes, 4 de junio de 2010

París, en (el último día de) mayo

París en mayo. Hay que haberlo vivido, al menos una vez. Algo en la luz, una frescura, en el aire, una renovación, un conocimiento, en el color que reflejan sus piedras doradas sobre el agua del Sena… Comenzaba, cada mañana, muy pronto, corriendo a lo largo del río. He visto a dos amigos, de los de verdad. He leído mucho (terminé uno en una noche en blanco, y otro entre los dos vuelos). Y he buscado varios libros (los he encontrado todos, menos uno, De ludo globi, El juego del globo, de Nicolás de Cusa, que está publicado sólo en Alemania y en el mundo anglosajón). He acudido a una exposición sobre la (in)justicia humana. Estaba presente la máquina de la colonia penal kafkiana. Y una guillotina (desconocía que el invento maléfico, que cortaba cabezas en nombre de la razón, había sido creado por las manos primorosas de un fabricante de clavecines). También, entre otras muchas piezas de interés, había un Cristo de Rouault, situado entre dos jueces. Cristo entre los jueces, el hombre entre los jueces, ésa es una clave. Cristo enjuiciado siempre por los hombres (ciegos) que desconocen que saber es ignorar. Pienso que es la tesis de fondo de Jean Clair: la lacerante insuficiencia de la justicia humana. En cuanto a los libros, el primero (Contra el viento del norte), que narra un enamoramiento por internet, os lo recomiendo vivamente (hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una historia de amor). Por cierto, también se trata (en lo que tiene de revival de Madame Bovary) de otra novela sobre el matrimonio, siempre misterioso e insondable. El autor tiene 50 años y eso se nota, vaya si se nota. El segundo (Mes cendriers, Mis ceniceros), que tuve la ocasión de comentar, en una deliciosa comida, con su autora (Florence Delay), es una autobiografía a través de los ceniceros que han ido recogiendo las cenizas del tabaco consumido a lo largo de una vida larga, intensa, plena. Imposible resumir aquí todo lo que admiro en Florence, y hasta qué punto está quintaesenciado en esta pequeña joya que me temo que nadie traducirá al español, es demasiado sutil, demasiado incorrecto, demasiado libre. Florence es de esas personas que no ha renunciado a la belleza, a la brevedad, a la levedad, al fuego. Nadie cita ya como ella, nadie sugiere como ella, nadie respeta como ella, a nadie le gusta jugar con las cosas (también con las "serias") como a ella. Y pensar que lo ha aprendido, en buena medida, de los españoles (de Calderón, de Bergamín, de Ramón Gómez de la Serna, …) ¿Alguien sigue leyéndolos por aquí? Ojalá que sí. A mí, como tantos otros horizontes vitales, me los ha descubierto ella. Con esa voz grave y delicada, de fumadora mesurada, de gran mujer, de gran persona. Una dedicatoria: "Mes cendriers sont à mon frère Álvaro, Florence, dernier jour de mai". En París.

jueves, 3 de junio de 2010