domingo, 30 de marzo de 2008

Notas para un diario 1

Hoy última tarde de vacaciones de Semana Santa. Los niños andan por la casa como si tuvieran todo el tiempo por delante. De vez en cuando alguno se da cuenta de que no queda nada y hace un ademán de apurar el instante. Poli ha hecho un bizcocho. Alvarete ha salido con Alex a dar una vuelta. María intenta acabar en una sola tarde las 200 páginas de un libro que le ha mandado la de lengua. No hemos hecho gran cosa y sin embargo qué importante ha sido cada día, cada minuto. No teníamos un duro. Hemos pasado mucho tiempo en casa, leyendo, oyendo música, rezando, jugando con Inés. Hemos callejeado e ido de compras (de escaparates, más bien), tomado café en más de un sitio. Hemos hablado, cocinado, fumado, dormido un poco más, paseado. He ordenado la biblioteca y encontrado alguna que otra maravilla. He descubierto un buen vino. He engordado. El tiempo ha sido malo pero apenas lo hemos notado. La luz cada vez es más clara por las tardes. El viento en los parques es más suave. Aumenta por momentos mi melancolía. Nos hemos zambullido en esta calma buscada. Quizás, hasta hemos descansado un poco.

(La foto es de un cuadro de Alejandra Caballero)

sábado, 29 de marzo de 2008

Homo ludens

Cuentan de San Luis Gonzaga que, siendo niño, un pariente le observaba mientras jugaba y que tras un rato de observación le preguntó: "Luis, ¿qué harías si supieras que te ibas a morir dentro de cinco minutos?" San Luis le miró de refilón y contestó sin pensárselo dos veces: "Yo seguiría jugando".

El sueño del caballero de Antonio de Pereda

Los actores que aparecen sobre un escenario asumen papeles diferentes en la obra que representan: unos son poderosos y otros humildes, unos son alegres y otros melancólicos. Sería entonces absurdo que un actor presumiera de la diadema ficticia que le adorna en el tablado, o de la espada sin filo que lleva, en vez de atender a su papel. Sería ridículo que pasara el tiempo contemplándose a sí mismo en su lujoso vestido o que usara en su provecho las partes valiosas de su atuendo. ¿Acaso su cometido es otro que desempeñar adecuadamente el personaje encomendado? El sentido común no nos indica otra cosa

jueves, 27 de marzo de 2008

Rothko y Sugimoto


Seguimos, pues.
Tuve la suerte en diciembre pasado de estar dos días en Roma con un viejo profesor americano que lleva viviendo allí casi cuarenta años. Se llama Sheldon y es de la personas a las que más quiero. Es un ser dulce, inteligente, nada irónico y con un entusiasmo que os prometo que parecía que paseaba por Roma por primera vez. Tenía una sonrisa y un brillo en los ojos que me impresionaron. Es un experto en escultura romana y conoce la ciudad bastante bien. A pesar de que tiene setenta años, tuve que pedirle por favor que parara muchas veces. Quería enseñármelo todo, incluido el cafetín en el que sirven el mejor capucchino de toda Roma (Se llama Café Sant´Eustachio, por si a alguno le interesa). Era como si pensara: a este pobre le voy a transmitir todo lo que pueda, al menos algo de lo mucho que amo a esta ciudad trimilenaria (ya me pasó algo parecido en Viena con otro amigo también muy viejo y también muy sabio; otro día hablaré de él).
Bueno, pues para colmo, esos días había en Italia una exposición sobre Mark Rothko, el pintor norteamericano, de origen judío lituano. Y hete aquí que Sheldon es uno de los mayores expertos en Rothko del mundo. Cuando el año pasado se celebró en Lituania el congreso mundial de los 25 años de su muerte, le invitaron a dar la conferencia inaugural. Por si fuera poco lo que teníamos que ver, encima eso. Para los dos Rothko es el mayor pintor del siglo XX, de modo que pasamos cuatro horas en la exposición. Había algunos cuadros asombrosos: toda su etapa de madurez, con los cuadros con dos o tres franjas sobre el lienzo, con esos límites entre los colores, irradian a la  vez una paz y una energía muy grandes.
Sheldon me enseñó los cuadernos de trabajo de Rothko. Se pasaba meses dibujando antes de pintar. No es fácil decir qué buscaba en concreto pero emborronaba cientos de hojas con dibujos de los planos llenos de rayajos y de espirales en blanco y negro. Los dibujos dan una sensación de movimiento. Sheldon me señaló que toda esa actividad frenética se nota debajo de los planos o franjas de color. Volví a mirar los cuadros y tuve que contener la respiración. La acción del pintor quedaba reflejada en la tela por medio de un gran movimiento subterráneo e invisible. El cuadro estaba vivo y al mismo tiempo no pertenecía del todo al mundo de lo creado. Estaba en lo increado. 
Rothko llegó a lo increado, muy lejos de la destrucción. Como la Weil o cualquiera de nosotros en nuestras acciones ordinarias.
En la foto del mar egeo que he elegido se ve también esto. El artista, un fotógrafo japonés, ha hecho del mar griego un objeto increado, artístico, que está por ese lado emparentado con los cuadros de Rothko y con el misterio de cada una de nuestras vidas.

Simone Weil


Llevo unos días releyendo el capítulo "Decreación" del libro La pesanteur et la grâce de Simone Weil, de la que supongo que hablaré mucho en estas páginas. Son una serie de frases o aforismos concatenados. Forman así un discurso unitario pero lleno también de grietas y de vacíos. Son como abismos en los que es fácil caer. Gracias a Dios un nuevo pensamiento nos levanta como si de un ser alado se tratara. Nos tiende la mano y dice en bajo: "Surge, sube hasta donde yo estoy; desde aquí lo verás todo más claro y más limpio, aunque sufras por el mal de altura (mucho más doloroso en el terreno espiritual que en el físico)". Es maravilloso pasar por la experiencia de la gran Simone pero os advierto que es imposible que nos deje indiferentes. Nos pone siempre entre la espada y la pared. Tiene ese don, entre otros muchos.
Os pondré un ejemplo. El primer pensamiento de ese capítulo, que para mí es esencial, dice lo siguiente:

"DECREACIÓN: hacer pasar de lo creado a lo increado
DESTRUCCIÓN: hacer pasar de lo creado a la nada."

Que nadie se asuste. Olvidaros de que se pueda tratar de nociones filosóficas. Lo son, pero al fin y al cabo tampoco pasa nada. Ninguno somos tontos. Si queremos lo podemos entender bastante bien.
Para Simone Weil se podía distinguir, en la vida, entre acciones "decreativas" y acciones "destructivas". Ella misma pone un ejemplo increíblemente bien explicado: se refiere a "la extrema dificultad que yo experimento con frecuencia a la hora de realizar cualquier acción por pequeña que sea. Esa dificultad es un favor que se me otorga. Porque así, con acciones corrientes y sin llamar la atención, puedo cortar raíces del árbol. Por mucho que nos importe poco la opinión general, las acciones extraordinarias encierran un estímulo que no podemos negar. Ese estímulo desaparece en el terreno de las acciones ordinarias. Encontrar (como es mi caso) una dificultad extraordinaria al hacer una acción ordinaria es un favor por el que hay que estar muy agradecido. Nunca hay que pedir que desaparezca esa dificultad; hay que implorar la gracia de saber hacer uso de ella. En general, no hay que desear que desaparezca ninguna de nuestras miserias, sino implorar la gracia que las transfigure".
Naturalmente que para la Weil realizar una acción corriente con ayuda de una gracia que viene de fuera es un ejemplo de decreación, o sea de pasar de lo creado a lo increado. Destruir es tanto hacer lo ordinario con facilidad como hacer sólo lo extraordinario. Y destruir es llevar lo creado a la nada.
Seguiré un poco más tarde…

miércoles, 26 de marzo de 2008

EL infinito viajar de Claudio Magris


Nuevo libro de Magris. Después de su controvertida última novela, Así que Usted comprenderá, aparece ahora, también en Anagrama, El infinito viajar. No hace ni dos meses que había aparecido en Pretextos el libro de Magris sobre Trieste, titulado Trieste, una identidad de frontera.
Sobre la capacidad de Magris para escribir sobre viajes y ciudades no hay que discutir mucho. Su El Danubio quedará como un clásico de los libros de viajes, uno de los libros más importantes de los últimos 50 años.
El libro sobre Trieste y El infinito viajar son muy distintos: en el primero aparece más el Magris profesor que a pesar de que habla de una ciudad que ama intensamente no se sale del género de libro- guía histórico-literaria. Es un libro más de estudio por el que aparecen todos los temas magrisianos serios: el nihilismo, la identidad histórica, el novecentismo literario, etc.
En El infinito viajar en cambio reaparece con toda su fuerza el Magris que, sin perder nada de su profundidad, sabe moverse como pez en el agua entre los diferentes géneros literarios. El que sabe jugar y habla sabiamente de la vida entre bromas y copas. El Magris de los amigos, de los hijos, de la camaradería. Un hombre nada autocomplaciente ni profesoral. Con unas pocas ideas claras, muchas dudas, especialmente sobre sí mismo y una inmensa carga de tolerancia con los demás.
Son escritos relativamente breves. Empieza en España, en concreto en la Mancha castellana y acaba en el Gran Sur. En las antípodas australianas.

martes, 25 de marzo de 2008

Sin destino de Imre Kertész

He visto que en el videoclub ha aparecido ya la película Sin destino de Lajos Koltai. Es una adaptación de la novela del mismo nombre del Premio Nobel húngaro Imre Kertész. En ambas historias se cuenta el paso de un niño de catorce años por los campos de concentración de Auschwitz y Büchenbald. Nunca he leído una novela (o testimonio) sobre esos hechos que me haya impresionado tan hondamente. Cuando Paula y yo vimos la película, prácticamente solos en un minicine cercano a la estación de Chamartín en Madrid, nos pasamos todo el tiempo cogidos de la mano y conteniendo las lágrimas. En este caso, las dos, la novela y la película son extraordinarias, cada una a su manera. Kertesz ha insistido siempre en que se trata propiamente de una novela pero no ha negado que en ella se cuente con pelos y señales lo esencial de su experiencia en el Läger.
La novela empieza con la despedida del protagonista (György) de su padre. Ha sido obligado a la deportación por el gobierno colaboracionista de los nazis. Su crimen: ser judío. Imaginaros: hoy, hijo, no vayas a la escuela, ven al almacen de maderas. Debo irme por un tiempo y debo dejar arreglados el mayor número de asuntos. Te necesito.
Es el primer gran golpe de la vida de György. Uno, tan enorme, que quizás nada será igual después. El autor ha dedicado un libro entero a la paternidad en este mundo. A la de su padre y a la que él nunca fue capaz de vivir. Se llama el Kaddish por el hijo no nacido y es una larga meditación sobre su destino de víctima en la Shoah.
Después él mismo es deportado. Empieza una vida nueva. Sobrevive milagrosamente cuando se encuentra al borde mismo de la muerte. Llega a ser apilado en las montañas de cadáveres que después pintó el esloveno Zoran Music. Alguien se percata de que respira y es extraído de la muerte. Casi una resurreción.
El final es impresionante. Vuelve a casa por instinto. Como los perros, dice. Y entonces pronuncia interiormente un epílogo que está entre las oraciones más bellas que yo haya leído jamás. Acaba hablando de la felicidad que tuvo por momentos en los campos de concentración: "Incluso allá había habido, al lado de las chimeneas, entre las torturas, en los intervalos de las torturas, algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por las calamidades, por los horrores, cuando para mí esa era la experiencia que más recordaba".
Tuve ocasión hace unos meses de cenar con Imre Kertesz en Barcelona. Además de su mujer, estábamos tres amigos. Enseguida nos dimos cuenta de que nos hallábamos ante un alma grande.




lunes, 24 de marzo de 2008

El Joan Miró de Pepa Balsach

El último libro que he leído es un estudio de Pepa Balsach sobre la pintura de Miró. Joan Miró: cosmogonías de un mundo originario. Está publicado en Galaxia Gütenberg, en catalán y en castellano. Pepa lo escribió en catalán y después se lo han traducido al castellano. Pepa escribe como los ángeles y por eso me interesaba tener cerca el original para disfrutar más con su lenguaje. Tiene un modo de escribir directo pero muy sugerente. Todo su escrito está orientado a ver los cuadros de la forma más completa posible. Es increíble la cantidad de cosas que es capaz de ver en cada cuadro. Los mira despacio, los contempla, medita delante de ellos. Después los relaciona con otros cuadros, con poemas, con piezas de música. Los encuadra en una tradición pictórica. Los relaciona con alguna idea filosófica o con algún principio teológico. Al final nos deja una imagen de Miró como un gran artista que se sumergió en las corrientes de vanguardia y supo navegar y descubrir otros mundos. Una joya.

(Foto Blue 2)

domingo, 23 de marzo de 2008

Sobre la foto principal

La foto de mi Hobby Horse me la ha regalado una amiga. La hizo en Berlín en el verano de 2007. Es una de las mejores fotógrafas que conozco. Y de las mejores personas. Nos conocimos en la librería Central del carrer Mallorca de Barcelona, en la que trabajó unos años. El día que dejó la librería, creí que me daba algo. De hecho, no lo he superado del todo. Nadie encontraba los libros como ella y nadie era tan amable. Se llama Anna Alejo.

¡Bienvenidos!


Quizá él no quería enseñarle a nadie su caballo. Sólo le servía como foco para sus fantasías; al andar por ahí galopando… (E.H.G)